GAIA y la Órbita. El verdadero motivo del Día del Rock Peruano

-"Órbita Rockea Perú!!!!"- fue la frase con la que se cerró, en el Parque Kennedy de Miraflores, esa gran noche.

Un sábado para el olvido fue lo que tuve en la mañana y parte de la tarde. Uno de esos sábados que parecen lunes. Esos lunes que siempre esperas que no lleguen. 

Como siempre, mi trabajo ha decidido declararle la guerra a GAIA, y cada vez que tiene oportunidad, trata de complicarme las cosas. Hasta ahora, felizmente, GAIA ha ganado todas las batallas. Así que nada impediría que, mi encuentro nuevamente con la banda, se concrete. Son las 6:00 pm y salgo raudo de mi casa a tomar el parque. Primer obstáculo: dónde estacionar. Aquello que parecía un problema se resolvió gratamente de inmediato. "2 lucas la hora" - me grita aquel improvisado "vigilante" en aquel improvisado parqueo.

Todo Miraflores parecía dominado por el rock. Desde la Vía Expresa con Benavides se podían ver grupos de fans, de amigos, cubiertos de negro, aquel color tan sobrio pero que refleja esa fuerza, ese poder que tiene el rock y que aquellos que lo amamos, esperamos que finalmente tome el lugar que se merece en nuestro país.

Obviamente tarde, no había un solo espacio que pudiera ocupar y pudiera permitirme estar cerca a GAIA. Mis hermanos de la Órbita, fieles hasta el tuétano, ya se encontraban sentados y en tercera fila esperando a nuestra razón de ser. Entre enredos de piernas, caras largas y mentadas de madre interiorizadas (pobre mi viejita) logré escabullirme entre pezuñas y sobacos (Carajo, hasta para pasear por el parque tienen que bañarse...). El lugar que me tocó no fue el mejor. Tener como compañero de asiento a un parlante a todo volumen, no es realmente un signo de comfort. Sin embargo, en ese momento era lo que menos importaba.

La hora programada para la salida de GAIA se acercaba. Wayo seguía tocando y La Negra le decía que se toque una más porque GAIA aún no llegaba. La espera se hizo entretenida gracias a la genialidad y desfachatez de un viejecillo que no tuvo mejor idea que convertirse en el centro de atención por unos minutos. Tal vez pensó que el tumulto de gente en el Anfiteatro Chabuca Granda se debía a que se estaba presentado una de esas bandas que suelen amenizar las tardes sexagenarias de domingo. Pero grande fue su sorpresa cuando descubrió que los timbales y trombones habían sido cambiados por inmensos parlantes y una sarta de mocosos pelucones vestidos de negro (habrá pensado). 

El caballero no se iba a quedar con las ganas y exigió música para bailar, y la tuvo. Unos cuantos pasos de baile y el público no sabía si reirse o preocuparse, "no se nos vaya a quedar ahí el tío con tanto esfuerzo y nos cancela el concierto". Sin embargo no fue así, se robó el show y se convirtió en miembro honorífico de la Organización en Pro del Día del Rock Peruano.


Al fin aparece GAIA y le regala a todos los asistentes un inicio contundente. "S.A.M" en el parque, despierta a todos y empiezo a observar extrañas reacciones. Decido ponerme al frente, en aquel lugar que solo estaban ocupando los fotógrafos y la prensa. No iba a quedarme sentado escuchando a GAIA, si los quiero escuchar sentado, prendo la radio a todo volumen y me quedo en mi carro. So pretexto de tomar fotos, me hago el gil y ya estaba frente a ellos. No sé en qué momento ya teníamos a toda la Órbita en el llano, y nuevamente las caras de extrañeza aparecen frente a mí.


GAIA vuelve a dar una lección de potente rock con "Dispara" y empieza el desmadre. Felizmente se pudo controlar a aquellos desadaptados que cegados por la violencia del pogo olvidaron que teníamos a personas mayores y mujeres, compartiendo un mismo espacio. No me dejaron disfrutar "Dispara", pero mi preocupación porque puedan culpar a GAIA de que el evento salga mal pudo más. La Órbita le dio la espalda por unos minutos a GAIA, y trató de controlar a esa bestia que quería despertar. Creo que lo logramos. 




La fuerza y la entrega de GAIA debió haber dejado muchas preguntas sueltas entre el público, entre aquellos que recién descubrían a esta banda (que los hubo) y entre aquellos que alguna vez los escucharon, pero que nunca vieron en escena. Tal fue esta fuerza y entrega, que Mike se quedó sin una cuerda de guitarra, lo que quedará como la anécdota del concierto. Inteligentemente, y fuera de libreto probablemente, nos regalaron 2 canciones que no necesitaban la fuerza de los riffs para demostrar quiénes eran. "Tourette y Estocolmo" acompañado de la Órbita fue otro momento en el que las caras de extrañeza volvieron a aparecer. "Mar", solo con el inicio de Mike y cantado por la Órbita, hizo que esas caras de extrañeza se convirtieran en caras de sorpresa y asombro. Ambas canciones -lo puedo afirmar sin temor a equivocarme- fueron la carta de presentación de 2 extraños: aquella banda que sale a puro pulso entre los escombros de este poco reconocido rock peruano y aquella comunidad llena de perfectos desconocidos, pero que cuando se juntan, son una familia y los seguidores más fieles que una banda pudiera tener. Hablo señores de GAIA y la Órbita! 

Ayer no solo el evento sirvió para demostrarle a la ciudad que el rock es cultura y que existen muy buenas bandas en la escena local que no tendrían nada que envidiar a aquellos "grupetes" que invaden nuestras radios y TV, también sirvió para darle a conocer a la sociedad que existe GAIA, que es el momento de dar el gran salto, que es tiempo de pasar fronteras, que ya toca no solo sentirnos orgullosos por nuestra comida, sino también de nuestro buen rock. Este es el año del cambio, el año en que GAIA después de largos 10 años de lucha, tenga el lugar y reconocimiento que merece. Que no sea solo una banda de algún local barranquino al que solo unos cuantos asistentes casuales les pueda gustar. Se acabó! Muestra de ello son los más de 10,000 seguidores que tienen en su página en Facebook.


El incidente de la cuerda nunca pudo solucionarse, pero eso no fue impedimento para que GAIA siguiera dando lección de buen rock. El parque retumba con "La Nueva" y con una cuerda menos. Mike agradece al respetable y menciona a sus fieles seguidores. Aprovecho la oportunidad y le lanzo mi polo, mi querido polo de la Órbita. "Para quién"- dice Mike. Hizo la pregunta que no pensé escuchar y que no pude responder. Deja el polo en la batería de El Mono. 


Antes de regalarnos "Escarlata", El Mono se pone nuestro polo y la noche no pudo ser mejor. Escuchar la batería de "Escarlata" y "Langosta" con El Mono, fue alucinante. Era la primera vez que lo escuchaba tocar, y es de otro mundo. En las manos de Jorge Zuloaga ("Escarlata") y Said Saba ("Langosta") se notan más los golpes aprendidos de buen alumno, al pie de la letra y de memoria, obviamente sin menospreciar el gran talento que tienen ambos. Pero en manos de El Mono, ambas canciones tienen otro feeling.


Me quedo con la pausa de "Escarlata" antes del climax final y después de: de tu ojos.... luz. Ese VAMOS CARAJO! preciso, encierra todo.


Ayer no solo el evento sirvió para demostrarle a la ciudad que el rock es cultura y que existen muy buenas bandas en la escena local (no es un dejavú), también sirvió para presentar en sociedad a la Órbita. Aquella Órbita dormida en el tiempo, y cual Ave Fénix renace de sus cenizas, pero esta vez con más fuerza y convicción. Aquella Órbita que sabía que tenía que estar presente en este día tan importante para el rock nacional. 

GAIA termina de tocar y ya no tengo mayores motivos para quedarme en el llano del anfiteatro. Escapo del tumulto. La Órbita aguarda en el parque, esperando encontrarnos todos en un gran abrazo como si el evento hubiera sido organizado por nosotros, como si el evento hubiera sido para nosotros. Y al final, creo que eso fue. Después de esa noche, GAIA y la Órbita... despegan.



R'n'F'R'!!!!!



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