En algún momento de la noche
VIERNES
Estos días de abril que nos siguen pareciendo febrero, con el sol incinerando mi cabeza, me hacen ver desde un balcón a un par de muchachos disfrazados de peloteros de barrio. Aquellos muchachos eran Yorch y PQT. Uno vestido de blanco con la camiseta del Real Madrid; el otro, con una camiseta roja que no logro distinguir (¿España?, ¿Manchester?). Yorch: lentes oscuros, un pucho a la mitad y el balón queriendo escapar de sus pies. PQT: maletín en mano, conversa -o escucha- con Yorch. Ambos parecen esperar a los integrantes de su equipo, parados al lado de una pista llena de tierra, en un ambiente más parecido al fútbol del Mundialito de El Porvenir.
Levanto el rostro, y miro hacia mi izquierda. En ese instante veo bajar de un bus a Mike (la imagen más graciosa de toda esta escena tan surreal) vestido con una camiseta negra tipo Real Madrid de visitante, sin mangas, enseñando unos brazos más blancos que las medias hasta la rodilla que llevaba puestas. Baja emocionado al encuentro de sus compañeros, y le quita el balón del pie a Yorch y esa redonda parece respirar. Tiene la imagen clásica del pelotero eterno: piernas chuecas, la pipa rebosante que no deja correr pero que resulta difícil de marcar, zapatillas Umbro de esas pichangueras amarradas con 3 nudos, y con los pasadores rodeando los tobillos.
Cambio mi vista hacia la derecha, y veo bajar de una combi, con la camiseta de la “U”, a La Roja, quien viene corriendo con una sonrisa que refleja que está a punto de jugarse la pichanga de su vida. Se juntan los cuatro. La chacota respectiva. No sé por qué tuve la sensación de que lorneaban a Yorch. Un abrazo para cerrar el encuentro y se van.
Yo, desde aquel balcón, veo cómo se alejan dispuestos a jugarse EL partido.
SÁBADO
Me levanto muy temprano en la mañana. La luz ingresa por mi ventana y esta vez el sol ya no estaba. Veo una ligera neblina desde la terraza de mi casa. Es sábado pero no tengo que esperar a la noche para ir a ver a GAIA. Se presentan temprano en algún lugar que al llegar se siente tan Miraflorino. La neblina, más densa ahora, va disipándose mientras me aproximo al local donde se presentará GAIA. Una ingente cantidad de personas en la puerta no me permite entrar a este local de paredes celestes, adornadas por dos tipos de seguridad enclavados en la puerta que me hacen recordar algún monumento egipcio.
Se presentaba GAIA y un grupo más. En el local habían dos puertas de acceso: una para los fans del grupo invitado, y otra para los fans de GAIA. La cola rodeaba el local y yo estaba justo en el medio, renegando por no estar primero y por perder la oportunidad de estar adelante como siempre. Luego de esperar, muerto de frío en una mañana que más parecía de invierno, logro ingresar. El local era oscuro y todo de madera. El piso rechinante, las mesas de pino y los reflectores multicolores estaban preparando un ambiente que se había dividido intencionalmente. Todo el primer nivel era para los fans de GAIA. El segundo nivel, con balcones parecidos a los de Yield Bar y La Noche de Barranco, para los fans del grupo invitado. Era un ambiente frío, sin emoción y más cercano a huarique transformado para la ocasión. La espera no fue angustiante como suelen ser mis esperas. La espera se hizo larga, aburrida y desmotivante. GAIA no llegaba. La Órbita tampoco. Solo yo, esperando. Un pucho solitario en aquel cenicero coronado por el humo sin rumbo fijo, me dice que es momento de levantarse y salir a buscar a GAIA (¿?).
Salgo del local y ya es de noche. GAIA nunca llegó e inicio la búsqueda.
DOMINGO
Estoy en el taller de mi mecánico, en busca de mi auto. Alguien me hizo el favor de traerlo a aquel lugar. Mi trabajo no me permitía hacerlo, así que llamé a un amigo que sabría, podría ayudarme.
-“Diego! Bro, mi carro se quedó botado! Puedes llevarlo al taller? Estoy en la chamba y no puedo salir. Justo el carro está por tu casa” – en el celular desesperado buscando ayuda
- “No hay problema! Lo dejo en el taller”- un sosegado Diego
- “Gracias man. Te la debo. Pueden ser una chelas en mi jato más tarde”- invito esperando una aceptación comprometida
-“Sale”- cierra la conversación
Finalmente recupero mi auto y vuelvo a ser yo. De pronto es de noche y estoy en mi casa. Una sombra prominente está sentada en mi sala. Enciendo la luz y es Manolo con una chela en la mano, quien me mira, sonríe y estira el brazo monstrándome la botella, asienta la cabeza y de un solo trago la deja vacía. Miro hacia mi izquierda y Diego sale de mi cocina con otra chela en la mano. Me entrega la llave de mi carro (¿en qué momento se la dí?) y una larga tertulia cierra toda esa escena.
HOY
En estado de consciencia plena y absoluta, me pongo a analizar estos 3 momentos. Raros, hardcore, tan irreales, tan atípicos. Simplemente sueños. Siempre he pensado que los sueños, sueños son. Pero creo que esta vez, los dos primeros sí tienen un significado.
Será porque todos estos días pasó por mi mente la antojadiza idea de poder acompañar a GAIA en su gira a Chile y formar parte de este acontecimiento que considero un gran reto para ellos. Miles de ideas pasaron por mi cabeza estos días: enfermarme el viernes, inventar una historia cualquiera (para mi esposa o en mi trabajo) pero demasiadas mentiras… para qué complicarse. Así que pisé tierra y lamentablemente llegué a la conclusión de que no es el momento. Sin embargo, eso no quita que desde ya, mis buenas vibras y la emoción de saber que GAIA se hará escuchar fuera, es una sensación que no me cabe en el cuerpo. Es una mezcla de orgullo, emoción, ilusión y satisfacción.
Y sí, considero que mi primer sueño quizá tenga que ver con todos los preparativos que entiendo ya deben estar por culminar próximos al viaje del viernes. Tal vez tenga que ver con la reunión previa al concierto en donde “dejarán todo en la cancha” (tan cliché futbolero) en representación de nuestra música y el rock nacional.
El segundo sueño, tal vez represente el día del concierto en Chile, donde sé que les irá de puta madre. Y donde obviamente la Órbita no estará presente físicamente, pero sí nuestro corazón y buenas vibras. Espero que algún polo negro con letras blancas acompañadas de una órbita roja, ondee en el tumulto chileno que estará presente en Santiago. -No creo en los símbolos patrios, por lo que una bandera roja y blanca me parecería huachafo-. La música es universal. No tiene países. No tiene fronteras. La Órbita es GAIA. GAIA es música. Y si la música es universal, GAIA es todo.
Solo me queda decir que faltan 3 días para que GAIA destroce Chile e inicie el viaje a la gloria. Faltan 3 días para que GAIA le muestre a Sudamérica que solo hay que darle más fuerte porque ahora nadie los podrá parar.
R’n’F’R’!!!!
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