GAIA a través de los pedales
El sol entra por mi ventana. 7:30 am de un sábado sin compromisos, solo los personales. Veo hacia la calle y el espacio vacío en mi fachada me recuerda que mi fiel compañero sigue ausente y recurro a mi entrañable y abandonada compañera de aventuras. Aventuras juveniles, cuando las piernas daban para largos viajes a la playa con la brisa del mar golpeando más fuerte mi rostro en cada pedaleada, mi bici.
Cumplo con dejarla lista para el corto paseo y preparo la motivación. Celular cargado, bien sujeto al brazo y a subir el volumen. Había olvidado la sensación de libertad, había olvidado que con ella no existe el tráfico, había olvidado el placentero dolor que genera el ácido láctico en mis piernas, había olvidado qué bien se siente la música a través de los audífonos, yendo directo a tu cerebro.
Decido que GAIA me acompañe en el supuesto corto paseo. Cada sonido, cada riff, y la voz de Mike, solo hacían que aumentara la velocidad, las revoluciones. Los pedales sincronizaban con los golpes de batería y la vista citadina acompañaba cada letra. Y es que GAIA resulta la compañía perfecta en cualquier situación. Escuchar "Extranjero" en plena Tomás Marsano, esquivando autos, camiones, motos, peatones; cayó precisa como analogía a lo que significa una bicicleta en esa jungla de acero y caucho que no cree en nada. Ni qué decir de "Rutera" en la ancha Av. Principal. Inevitable correr saltando cada rompe muelle.
Subir las escaleras hacia mi casa -bici al hombro- no pudo ser tan reconfortante. El dolor en las piernas con las gotas de sudor cayendo en cada escalón fueron el resultado de 22 km de GAIA a todo volumen que concluían una mañana perfecta, como las de hace muchos años.
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